Este fin de semana pasado fui a hacer un trabajo para la asignatura de fotoperiodismo. La tarea en si era romper la zona de confort y hablar con la gente para conseguir unos retratos, debía seguir algún tipo de criterio y además ser capaz de explicar una historia.
Decidí ir a un mercado ambulante, son sitios que levantan mi curiosidad y siempre que puedo voy a hacer fotos. Se tenía que ver todo, cada foto debía tener dos focos importantes: el/la paradista y su parada.
Monté el gran angular. Últimamente se está convirtiendo en mi objetivo predilecto, y es que me estoy aficionando al efecto que da, esas líneas que convergen, esa deformación en los lados… podría ser un fallo, pero quiero pensar que estoy utilizando ese fallo en mi provecho.
Llegué y busqué las paradas que me ofrecían algún interés, hablé con sus responsables para hacerles una foto. Después de un buen rato dando vueltas y varios «me vas a pagar?», «no, que soy vergonzosa», «estoy en busca y captura», y otras formas de darme largas, conseguí las fotos para la tarea.
Cuando me puse a editar, mi mente me decía que debía dejarlas en color, aunque mi corazón me tiraba para el blanco y negro, que es lo que me gusta. No me siento cómodo con el color, me da la sensación de que le falta algo o no es muy de mi estilo. Señal de que debería trabajarlo más.
El día de enseñar el proyecto, tanto compañeros como profesor coincidieron en que mucho mejor en color, aportan más profundidad y el color en un mercado es fundamental.
Esta es una selección de las fotos que presenté:











A partir de ahora voy a intentar dejar el Blanco y Negro para momentos muy puntuales. Al menos durante un tiempo voy a trabajar el color, quiero conseguir un estilo, quiero que me gusten más mis fotos a color.