Este día fue un día muy prolífico en visitas, una inesperada y no planificada….

Bien temprano por la mañana nos fuimos para el Coliseo, para entrar de los primero y no coger aglomeraciones de gente, que aunque era febrero, Roma está llena de Turistas. Lo recomiendo por que llegamos y apenas hicimos cola, os recuerdo que la entrada la compramos el día antes en el Foro romano, ya que sirve durante 48h.

Lo primero que pensé es lo impresionante que es, un amfiteatro que se construyó en el S.I d.C. y que sigue en pié. Más grande que el Panteón, la otra gran construcción que me impresionó mucho, bueno, y el foro… en fin, Roma entera es impresionante.

Entramos y fuimos dando un paseo, tocando las piedras y pensando en las millones de personas que habían pasado por ahí, desde los romanos antiguos, gladiadores, hasta la época moderna. Son chorradas, pero es algo que nos gusta hacer, a mi parecer le da más valor a lo que estás viendo, más allá de pensar en que es un monumento y punto.

Como no puede ser de otra manera, pasamos por la tienda para despejar las dudas y efectivamente, todo muy caro. Queríamos comprar algun detalle, pero al final desistimos.

Salimos y nos dimos una vuelta por los alrededores, para ver el Coliseo también por la zona de atrás.

De aquí fuimos a coger el transporte público para ir casi hasta la otra punta de Roma, que digo casi… a la otra punta!!!

El lugar, un sitio secreto… un lugar donde no muchos llegan. Un sitio en el que si miras por la cerradura de una gran puerta ves esto

Esto está en Santa Maria del Priorato. Concretamente en la Piazza dei Cavallieri di Malta. No es un sitio muy misterioso, la verdad, pero si que se sale del circuito típico del centro de Roma y no había mucha gente, aunque había cola, no estaba taaaan masificado como otros sitios. Una pequeña cola frente a la puerta es lo único que destaca de esta plaza que te puede hacer pensar que hay algo interesante.

Bajamos de nuevo el monte, callejeando un poco, para ver que no hay mucho más que ver por aquí…

Después de comer y descansar un poco decidimos ir a la plaza del Vaticano. Mis pies lo agradecerían. Estuvimos un buen rato largo, pues habíamos decido que esa tarde no haríamos nada. Al día siguiente íbamos a ir al Museo Vaticano y de paso iríamos también a visitar la Basílica. Era el penúltimo día y nos lo tomamos con calma.

Pero, en un giro inesperado de los acontecimientos, vimos que la cola de entrada pasó de ser kilométrica a de unas pocas decenas de personas. Así que NOTA: para visitar la basílica, mejor ir por la tarde una hora antes de cerrar.

Tomamos la decisión de entrar. No os voy a engañar, pese a la poca gente que había, quizás estuvimos 30-40 minutos. Pero se hicieron amenos.

Al rededor de la plaza se iban viendo a los famosos guardias del vaticano o Guardia Suiza, que se creo en el S. XVI, con sus característicos trajes, que están diseñados inspirándose en unos frescos de Rafael.

Dentro vimos grandes esculturas y obras de arte muy reconocidas, como la Pietà de Miguel Ángel o el altar (o Baldaquino) de Bernini. Obras que había visto cuando hacía historia del Arte en el instituto y que siempre había querido ver y que en persona son muchísimo más bonitas.

Coincidió que esa tarde había una misa de algo importante, no llegué a saber qué, pero empezamos a ver desfilar a un montón de curas de diferentes ordenes, supongo, por que iban de diferentes colores. No nos dejaron acercarnos al altar principal por este motivo.

Terminamos la visita y nos fuimos. Fuera ya estaba casi oscuro y aun así, llegaba gente a la plaza. Me llamó la atención un grupo de asiáticos, todos con su cámara o táblet o móvil haciendo fotos.

Este fue el penúltimo día, exhaustos, nos volvimos para el apartamento, dando un paseo, cojo como iba quizás habría sido mejor idea coger el autobús. Pero no teníamos prisa.

El día siguiente iba a ser también intenso, visita al Museo Vaticano.